Es un concepto nacido de la preocupación por los problemas medioambientales y sociales ocasionados por la generalización, durante la segunda mitad del siglo XX, de un modelo de transporte urbano basado en el automóvil particular.
Los inconvenientes de este modelo, entre los que destacan la contaminación del aire, el consumo excesivo de energía, los efectos sobre la salud de la población o la saturación de las vías de circulación, han provocado una voluntad colectiva por encontrar alternativas que ayuden a paliar los efectos negativos de este modelo y a idear un nuevo modelo.
En países como España, el transporte representa la cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero y el 36% del consumo de energía.
Se entiende por actuaciones de movilidad sostenible aquellas que ayudan a reducir dichos efectos negativos, ya sean prácticas de movilidad responsable por parte de personas sensibilizadas con estos problemas (desplazarse a pie, en bicicleta o en transporte público en lugar de en automóvil particular siempre que sea posible, compartir el carro entre varios compañeros para acudir al trabajo, etc.), desarrollo de tecnologías que amplíen las opciones de movilidad sostenible por parte de empresas o decisiones de las administraciones u otros agentes sociales para sensibilizar a la población o promover dichas prácticas.
Las políticas para potenciar una movilidad sostenible deben contemplar varios objetivos: – configurar un modelo de transporte más eficiente para mejorar la competitividad del sistema productivo. – mejorar la integración social de los ciudadanos aportando una accesibilidad más universal. – incrementar la calidad de vida de la ciudadanos. – no comprometer las condiciones de salud de los ciudadanos. – aportar más seguridad en los desplazamientos.
Por otro lado, la movilidad activa, es necesaria para evitar costumbres sedentarias que desembocan en patologías como la hipertensión y la diabetes. Los dineros que un estado invierte en atender estas enfermedades se podrían re-direccionar a programas de bienestar social o en obras mismas de infraestructura para la movilidad sostenible en el ámbito urbano.
La movilidad activa, a su vez, reduce los siniestros de tránsito y con ello el dinero invertido en atención de dichos eventos, víctimas, incapacidades y otros se podrían utilizar en programas de recreación y prevención para mejorar la calidad de vida de las y los ciudadanos.
En la actualidad, además de serios problemas viales en distintas ciudades de Latinoamérica, la congestión vial, la pérdida de estilos de vida saludables y la disminución de la movilidad en la población, presentan diversas problemáticas de salud, vialidad y efectos nocivos al ambiente a causa de la emisión de gases de efecto invernadero, el contaminación del aire y el ruido.
Es así como Inglaterra, Holanda, Dinamarca, Francia, Canadá y Estados Unidos quienes iniciaron la creación de infraestructura dedicada a las personas más que a los automotores, estas primeras redes de “vías verdes y humanas”, rápidamente se incrementaron ante la abrumadora aceptación de la gente que pronto las empezó a utilizar para acudir a las escuelas o hacia sus trabajos.
El número de usuarios en bicicleta se duplicó en unos cuantos años. Hoy en día las ciclovías y aceras de todo el mundo son utilizadas por patinadores, personas en sillas de ruedas, personas con capacidades diferentes, mujeres con coches, niños camino a la escuela, turistas, naturalistas y todo tipo de usuarios que aprecian el movimiento sin ruido y sin contaminación.
Además de los beneficios de la vialidad, caminar y usar la bicicleta, además de la comodidad y rapidez que provee para el transporte, fomenta la vida social, mejora el estado de ánimo y combate el cansancio mental por el trabajo. Caminar y andar en bicicleta no son simples medios de transporte, sino unos de los instrumentos que, junto con el desarrollo de los tranvías y los trenes, podría humanizar nuestras ciudades.